En el casco antiguo de Estocolmo un grupo de turistas italianos observa una escena que les llama la atención. Un mendigo se sienta junto a una enorme bolsa de latas y botellas de plástico vacías. Al pasar frente a él, los transeúntes que terminan sus bebidas arrojan los envases en la bolsa a modo de limosna. Atónito, uno de los turistas vacila pero al final se anima a preguntar al mendigo, «¿por qué te dan botellas y no monedas?», y el mendigo les responde, «porque en Suecia ya nadie lleva dinero».

Los envases son hoy una de las últimas formas que tienen los más vulnerables de obtener efectivo practicando la mendicidad. Canjeados en máquinas de reciclaje que abonan diez coronas (unos ocho céntimos de euro) por envase, latas y botellines se han convertido en una suerte de token para poder recibir dinero en billetes o monedas.

La aplicación de moda para pagar

Sin embargo los mendigos no son, ni mucho menos, los únicos que han tenido que agudizar el ingenio para seguir recibiendo esos donativos que hasta hace pocos años salían de las carteras y monederos. En la parroquia de Tureberg, un suburbio del norte de Estocolmo, dos mujeres pasan las bolsas del cepillo para recolectar las donaciones de los feligreses.

En lugar de arrojar monedas los parroquianos recogen del cepillo unas pequeñas fichas verdes en las que viene un código QR con las que hacer una donación utilizando las cámaras de sus smartphones. Según comenta Anna, congregada de este templo, «esto ya viene de antes de las medidas covid. Quizás no es lo ideal que quede rastro de quién, cuándo y cuánto dinero da, pero en una sociedad sin efectivo como la nuestra había que inventar algo y esto es lo que tenemos ahora», afirma al tiempo que apaga su teléfono tras dar un donativo sin utilizar la aplicación del código QR y valiéndose de Swish, la aplicación de moda.

«¿Me swish tú a mí o te swish yo a ti?» (por el uso de una aplicación de pago digital llamada Swish) se ha convertido en un verbo que usan hasta los adolescentes que se deben dinero el uno a otro, así como todo aquel que compra algo de segunda mano o los amigos que quieren compartir los gastos de un desplazamiento en coche. El pago con estas aplicaciones móviles, como el caso de Bizum en el Estado español o Lydia en el francés, es algo bien conocido en toda Europa, sin embargo la aceptación de este método en Suecia alcanza cotas extraordinarias. Por ejemplo, cuando se va a aparcar el coche en las populares estaciones de esquí de Jämtland o a pagar por la entrada a un mercadillo de pulgas, el Swish suele ser la única forma de pago aceptada. A estas alturas, las tarjetas de crédito y débito comienzan a ser ya vistas como algo del pasado.

No en vano, veinte años antes ya hubo grandes pasos en eso de erradicar el pago por contacto. Tal fue -y sigue siendo- el caso del pago de las carreteras por lectura digital de matrículas. El tique por entrar a una ciudad en hora punta o utilizar un puente se carga directamente en tu número de identificación fiscal, y no es que sea opcional, sino que es la única forma de pago. También sucede algo parecido en los parkings de los centros comerciales desde que dejaron de tener barreras. Si te marchas sin pagar antes en las máquinas te acabará llegando el cargo gracias a las cámaras que han detectado tu salida y entrada del recinto.

A este respecto se ha dado un salto cualitativo en lugares como los espacios municipales dedicados al reciclaje y depósito de escombros.

Desde hace unos meses las cámaras no sólo identifican la presencia de tu vehículo sino que también registran el volumen de tu actividad. Si te pasas de cierta cantidad, el cargo por detección de matrícula es automático y se te cobrará una tarifa de uso profesional por excederte de lo que se considera un razonable uso doméstico.

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